El maltrato tiene tantas caras, que a veces es difícil de reconocer, pero al final no importa la forma, porque todo maltrato se lleva pedazos de nuestra alma que tardan años en reconstruirse.
En los años de trabajo con comunidades vulnerables, he oído del abuso y sus distintas caras. El abuso psicológico que busca destruir el alma con palabras, el físico que busca quebrantar la seguridad, el abuso sexual que quiere tomarse por la fuerza un cuerpo ajeno y muchas otras. Que muchas veces no las llaman abuso, sino que se pierden en las clasificaciones.
Está ultima parte es una de las cuestiones que más me han llamado la atención en la mesa donde nos hemos sentado a hablar de abuso.
En estas mesas he notado muchas veces que se habla de abuso sexual solo cuando existe penetración, lo que minimiza en el lenguaje a los manoseos o toques inapropiados, cuando en realidad, todo contacto físico que se de sin mi consentimiento sobre mi cuerpo y me haga sentir incomoda es un abuso. Encuentro más que necesario que todo lo que es abuso se califique como esto, pues el no hacerlo lleva a que sus víctimas no se sientan con derecho a denunciar o incluso a pasar por el duelo emocional que surge del abuso.
En estos lugares de escucha segura he oído las historias más duras y dolorosas de mi vida (El impacto de estas sobre la salud mental del trabajador social lo contaré en otro blog). Estas historias que explican por qué alrededor de la mesa me acompañan mujeres y hombres que, gracias a el dolor, el miedo, la rabia y la vergüenza dieron pasos en su vida que los llevaron a vivir en la calle, caer en adicciones a sustancias psicoactivas, aislarse del mundo y vivir una vida en la oscuridad.
A pesar de que en el momento en que se sientan en está mesa es por que quieren una vida diferente, es imposible no ver sus ojos el dolor y la necesidad de escapar.
Sus historias dolorosas y de las cuales son víctimas, me ayudaron a entender el camino de cada uno de ellos. Es aquel que les hizo daño, el que les robó tantos años de su vida: el victimario y la causa. Por otro lado las victimas en esta mesa son las que hoy se levantan y los que con fuerza luchan por una vida diferente.
"Es por eso que cuando hablamos del problema de las drogas y la inseguridad, la única solución se encuentra en la raíz. Estos chicos no son el problema, ellos son víctimas de un sistema"
Al consumo no se llega solo porque las drogas lo hacen pasar un buen rato, no, la adicción es la causa de necesitar huir, de no poder habitar su cuerpo de manera segura, de que el único espacio permanente se haya vuelto su propia cárcel.
Es por eso que cuando hablamos del problema de las drogas y la inseguridad, la única solución se encuentra en la raíz. Estos chicos no son el problema, ellos son víctimas de un sistema. Las chicas abusadas que terminan en el consumo, lo hacen por que el único momento que en su cuerpo no se sienten las huellas del abusador, es cuando las drogas las han desconectado del mundo físico.
Cuando te falla tan profundamente el sistema que mientras tus mueres de hambre otros comen un banquete con los impuestos, encuentras como la única manera de silenciar el dolor, de no tener que comer, es el consumir algo que te haga olvidar el hambre.
Yo se que suena como si estuviera excusando todas sus decisiones, pero es que, si ustedes pudieran conocer sus historias, dejarían de señalarlos a ellos y comenzarían a señalar al gran culpable, uno que no sabe de hambre o de la calle, uno que viste de traje.