Desde enero de 2016 hasta junio de 2020 se han registrado 753 asesinatos de líderes sociales que trabajaban como defensores de derechos humanos y del medio ambiente. Este número que nos asombra y nos preocupa, no es el conteo final pues gracias al anonimato de los crímenes que en su mayoría ocurren en zonas rurales aisladas, por la falta de transparencia por parte de los entes encargados de la seguridad nacional y gracias a los recursos limitados de aquellas organizaciones que se han tomado la importante labor de llevar un conteo para asegurarse de que dichos asesinatos no queden en impunidad. Sabemos que a este número que ya de por si nos anonada le faltan cifras.
En Colombia la guerra no ha cesado, desde la colonia hemos estado en constante conflicto: la guerra de los mil días, los conservadores contra los liberales, el bogotazo, el frente nacional, la guerra de guerrillas. Al final todas guerras por el poder y la tierra.
El pueblo colombiano creía que la paz llegaría con la independencia de la colonia pero de esta salió la necesidad de controlar las nuevas libertades ¿Si se va la corona Española quien manda ahora? con el nacimiento del bipartidismo y la llamada democracia creímos que llegaría la justicia pues el gobierno representaría a la mayoría ¿Pero qué pasa cuando no es a la mayoría sino a el más rico al que el estado representa? Ilusionados creyeron que el fin de la violencia llegaría con la firma de un acuerdo de paz con las FARC ¿Pero ¿qué pasa cuando las partes no cumplen sus promesas? La respuesta a estas preguntas es fácil, la guerra continúa, los asesinatos aumentan y la violencia se agravia.
Desde la firma del acuerdo de paz con las FARC, han sido asesinado líderes que: luchaban por la protección del medio ambiente y sus recursos, buscaban la restitución de tierras, protegían territorios ancestrales, lideran comunidades para que protesten contra la violencia, pedían justicia frente a los crímenes tanto de las guerrillas como los del estado, luchaban por una sociedad justa e incluyente, trabajaban diariamente para ponerle fin a la pobreza, creaban desarrollo y ofrecían nuevas oportunidades para que sus comunidades no cayeran en la manos de los criminales, protegían a los niños y jóvenes del abuso, entre más labores que tenían como fin crear una Colombia justa, compasiva, incluyente y pacífica.
Lo anteriormente nombrado son algunas de las labores que los líderes sociales ejecutaban antes de ser asesinados. Ahora la pregunta más grande es ¿por qué fueron asesinados?, pues el proteger el medio ambiente, el crear oportunidades, debilitar el crimen, ponerle fin a la violencia y pedir justicia, nos beneficia a todos, ¿O no? ¿A quién perjudica que Colombia sea ambientalista, justa, pacífica e incluyente?
Pues respuestas hay muchas, posiblemente algunos nombres se les vienen a la cabeza, algunos que necesitan que la guerra continúe para continuar acumulando riquezas que salen de la destrucción, de pronto algunas compañías que necesitan abusar de los recurso y permanecer en el anonimato o alguno que otro poderoso que se dio cuenta que cuando el pueblo se une, puede contra todo y por eso necesita que el odio y el miedo no desaparezcan.
Según fuentes periodísticas, ONGs, e instituciones gubernamentales existen diferentes responsables de estos crímenes, desde grupos organizados, compañías, las guerrillas e incluso hasta entes del estado.